Por una antropología de las emociones


Recensión del artículo:

LE BRETON, David. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad. Nº10. Año 4. Diciembre 2012-marzo de 2013. Argentina. ISSN: 1852-8759. pp. 67-77.

Introducción

David Le Breton (1953), sociólogo y antropólogo francés, es profesor de sociología de la Universidad de Estrasburgo. Miembro del Instituto Universitario de Francia y del laboratori URA-CNRS “Cultures et sociétés en Europe”.

Se ha especializado en el estudio del cuerpo como construcción social aunque abarca muchos otros temas como las conductas de riesgo en adolescentes, el tatuaje o el dolor. Es autor de diversas publicaciones que tiene como tema central el estudio antropológico y sociológico del cuerpo.

El mismo autor dice que al principio de su carrera, era muy difícil que abrir brecha en este campo de estudio ya que había una fuerte distinción entre cuerpo y persona. Esta dicotomía implantada en otros campos impedía ver al cuerpo como un producto cultural más. Sin embargo ha creado escuela y son muchos los científicos sociales que apoyan su enfoque de un cuerpo producto de la cultura y la historia.

Entre sus primero trabajos encontramos Antropología del cuerpo y la modernidad (1990), Sociología del cuerpo (1992) Antropología del dolor (1995) y Las pasiones ordinarias, antropología de las emociones (1999) entre muchos otros.

En este último el autor propone construir una antropología de las emociones a través de la forma en las que estas se construyen socialmente.

Síntesis

Las personas nos conectamos con el mundo mediante las emociones, pero estas no tienen realidad en sí mismas. No nacen de procesos fisiológicos pero si pueden traducirse como tales. No son espontáneas, más bien requieren de un ritual organizado y significativo para los demás. Aunque cada individuo aporta algo propio, las emociones se construyen en sociedad.

Por el contrario el enfoque naturalista considera las emociones como una sustancia nacida del cuerpo. Sin que la educación ejerza ninguna influencia. Lo humano se reduce a especie. Las emociones a meras contracciones musculares. Además pregona que estas emociones son invariables de un individua a otro y carente de simbolismo social. Obvian el teatro donde el actor simula emociones que no siente pero que el público percibe como verdaderas. Y las variabilidades individuales, como la timidez o el autocontrol.

Pero la emoción no es una sustancia ni podemos localizarla en nuestro cuerpo. No es fija e inmutable. Cambia constantemente. Por eso podemos sentir más de una emoción a la vez, muchas veces contradictorias. Cómo reírse de un chiste pero estar nervioso en una situación complicada. Además las emociones no se “traducen”. Algunas no tiene equivalente lingüístico fuera de su contexto social.

Las emociones tienen su razón de ser, siguen una lógica y significado. La persona interpreta las situaciones con su sistema cognitivo y las emociones surgen como resultado de su conocimiento y sistema de valores.

Existen diferentes culturas afectivas. No podemos hablar de emociones el términos absolutos, ya algunos sentimientos o emociones no existen fuera de su cultura. Por ejemplo en muchas lenguas africanas una sola palabra significa estar triste y estar enojado pero para otros son cosas distintas.

La cultura afectiva no inamovible, todo los contrario. Las personas puede “jugar” a ser lo que no sienten. En muchas situaciones sociales se propicia esta actuación. Cómo mostrar tristeza por la muerte de alguien por el que no se siente nada. Para eso hace falta conocer muy bien la manera en las que nuestro grupo social demuestra lo que siente. Interpretar bien nuestro papel, independientemente de lo que sintamos por dentro. El máximo exponente de esto es el actor, el “jugador procesional de las emociones”. Es un gran observador y su talento consiste en la duplicidad, la capacidad de desprenderse de lo que siente para transmitir otras emociones. Para esto necesita un conocimiento preciso de la puesta en escena de la vida social.

En resumen las emociones son relaciones. Varían de una sociedad humana a otra y no son entendibles ni descriptibles sin su contexto y su autor.

Valoración

El estudio de las emociones y de la forma que las despliega cada individuo es fundamental para comprender cada grupo social. Así como cada generación desarrolla sus propios métodos de comunicación, las manera en la que comunicamos cómo nos sentimos también se construye.

Limitar el complejo sistema que emplea cada persona para relacionarse con el mundo a unas cuantas emociones primarias y secundarias no tiene sentido. Un intento de esto nos lo proponen Izard y Buechler que establecen la siguiente lista: interest (interés), joy (alegría), surprise (sorpresa), sadness (tristeza), anger (ira, enfado), disgust (repugnancia), contempt (desprecio, desdén), fear (miedo, temor), shame/shyness (vergüenza, timidez), guilt (culpa) [Wierzbicka 1986: 584]. Y la suma de dos o más emociones primarias dan lugar a una secundaria, por ejemplo, sorpresa+miedo= espanto.

Este tratamiento de las emociones como si de colores se tratará estaría muy bien si pudiéramos hacer una lista de emociones comunes a todos. Sin embargo no llegar a un consenso que cuales son estas emociones, demuestra que difieren de un contexto cultural a otro. Además los problemas de traducción son un claro ejemplo que hace falta algo más que traducir una palabra para transmitir su significado completo.

El enfoque construccionista sostiene que las emociones son fenómenos esencialmente culturales. Lutz propone la deconstrucción del concepto tradicional de emoción en la cultura occidental, para luego emplearlo en la interpretación de la vida emocional de otros pueblos.

El significado emocional está fundamentalmente estructurado por sistemas culturales particulares y medios ambientes sociales y materiales también particulares. Quiero sostener aquí que la experiencia emocional no es precultural, sino preeminentemente cultural. La idea que prevalece actualmente, de que las emociones son invariantes a través de las culturas, se reemplaza aquí por la pregunta acerca de cómo un discurso cultural acerca de la emoción puede ser traducido a los términos de otro [Lutz 1988: 5]

Por tanto, no podemos reducir las emociones solo a las contracciones musculares del rostro, ni a los cambios físicos que experimentamos. Sino que debemos entender las reglas de juego de cada grupo social para saber como expresar cada emoción. Superar el dualismo mente/cuerpo.

El modelo dualista de la metafísica occidental que distingue el cuerpo y el alma, lo orgánico y lo psicológico, y que desemboca en esa distribución del trabajo que hace que en nuestras sociedades el cuerpo corresponda al análisis de los médicos y el espíritu a la sagacidad de los psicólogos o los psicoanalistas. Pero en el imaginario social de un gran número de comunidades humanas, como lo hemos mostrado en otra parte, el cuerpo no se distingue necesariamente del hombre [Le Breton 1999: 101].
En conclusión la visión naturalista de las emociones no es capaz de explicar todos los aspectos de culturales y sociales. Por tanto hace falta un enfoque global en la que se tenga en cuenta el contexto del grupo social y del individuo, teniendo en cuenta que estas emociones pueden ser sinceras o simuladas. Y que se necesita conocer el código, los símbolos y la lengua de quien las expresa para entender su completo significado.

Bibliografía

Antropología del cuerpo en los mundos contemporáneos. David Le Breton

Entrevista a David Le Breton

Le Breton, David. 1999 Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones. Nueva Visión. Buenos Aires.

Lutz, Catherine. 1988 Unnatural Emotions. Everyday Sentiments on a Micronesian Atoll and their Challenge to Western Theory. The University of Chicago Press. Chicago y Londres.

Wierzbicka, Anna. 1986 Human Emotions: Universal or Culture-Specific? American Anthropologist, vol. 88 (3): 584-594.

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